Como se puede ver, conforme va pasando el tiempo, la situación del cuidado y manejo del COVID, va normalizándose en nuestra vida, por lo que hemos dejado a un lado los cuidados necesarios.
La propia vida acelerada y aún nuestro miedo de ver la realidad, no nos ha permitido detenernos y observar los problemas psicológicos que todavía están presentes en nuestros niños y adolescentes.
Si bien el estar teniendo un ciclo escolar mayormente online, les ha brindado la paciencia necesaria y la empatía con los demás. Aún están los que para sobrevivir y entender lo que estábamos viviendo tomaron su casa, como su refugio, donde están a salvo de cualquier contagio y lo que eso conlleva.
Dificultando actualmente la reinserción a la propia vida como antes la conocíamos, sin esa angustia al tener que salir y socializar.
Para nosotros como padres, la mayoría no pudo hacer una pausa y modificación a su vida, tenían que salir con los extremos cuidados y la esperanza de que sus hijos supieran estar solos, haciéndose autosuficientes en ocasiones, hasta con menor edad de la debida.
Esto nos da la idea de que ahora todo se arreglo, que los niños volvieron a su cotidianidad, realizando las actividades que antes les gustaban, por lo que no nos detenemos a observarlos.
Actualmente la quinta ola, pareciera que ya ni nos hace cosquillas y pensamos que todo vuelve a la normalidad, teniendo nuestras vacaciones, nuestras reuniones familiares, haciendo a un lado las afectaciones que ya empiezan a ser visibles después de dos años.
Tenemos que considerar que aunque sean nuestros hijos también son individuos que tuvieron que afrontar las circunstancias, con sus propias herramientas, así que comprendamos, y acompañemos en las nuevas circunstancias, no como familia, sino como individuos con sus propios miedos.
Tomémonos el tiempo para observar lo realmente importante, como cada integrante de la familia esta sobrellevando esta nueva normalidad.
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