Envejecer también duele cuando los otros no lo ven
- Psic Ana Medina Mejia

- 12 jun
- 3 Min. de lectura
Envejecer no es solo sumar años. Es ver cómo cambian nuestros pasos, cómo se transforma la rutina, cómo se alejan personas queridas y cómo, muchas veces, nuestro rol en el mundo comienza a desdibujarse.
Es una etapa donde el cuerpo habla distinto, donde el ritmo de la vida cambia, y donde, aunque se conserven muchas capacidades, el entorno empieza a tratarnos como si no, dejándonos al margen de nuestra propia vida.

La vida sigue, pero de otra manera
El adulto mayor no solo vive el presente, vive también con el peso del pasado y las preguntas del futuro. Vive duelos: por lo que ya no puede hacer, por lo que ha perdido, por lo que otros deciden por él. Y vive a la vez con la necesidad de seguir siendo útil, visible, escuchado, tomado en cuenta.
Pero muchas veces, quienes los rodeamos —con amor, sí, pero también con prisa o con temor— empezamos a hacer por ellos lo que aún pueden hacer. Comenzamos a decidir sin consultar, a hablar sin preguntar, a organizarles la vida sin incluirles.
Y en ese gesto cotidiano, sin darnos cuenta, dejamos de verlos como adultos.
“Yo solo quiero seguir siendo parte de mi propia vida”
Hay algo profundamente doloroso en sentirse desplazado. Y lo que duele no es solo el cuerpo, sino también el alma cuando se siente ignorada.
Frases que escucho con frecuencia en consulta:
“Mi hija me trata como si no entendiera nada, y a veces solo necesito tiempo.”
“Mis nietos ya no me preguntan cómo estoy, solo me dicen qué hacer.”
“Me llevan al médico, pero no me preguntan si quiero cambiar de doctor.”
Acciones que creemos que ayudan, pueden convertirse en formas invisibles de maltrato. Despojarlos de autonomía también es una forma de violencia.
El maltrato no siempre se nota
No es solo el grito o el abandono. El maltrato también ocurre en el silencio, en la impaciencia, en la sobreprotección que anula. En el tono condescendiente. En la falta de consulta. En la manera de decidir por el otro como si su criterio ya no importara.
Y es ahí cuando, sin querer, despojamos a los adultos mayores de su lugar como personas con voz propia.
Acompañar sin anular
No se trata de dejarles solos, sino de estar con ellos, no sobre ellos. De sostener sin controlar. De cuidar sin infantilizar.
Aquí algunas claves:
🔹 Escuchar de verdad: No para responder, sino para comprender.
🔹 Preguntar antes de hacer: “¿Querés que te ayude?” puede marcar la diferencia.
🔹 Dejar espacio para decidir: Aunque parezca más lento o incómodo.
🔹 Valorar sus opiniones: Porque no se pierde la sabiduría con los años.
🔹 Reconocer que sienten y piensan distinto, y eso está bien.
El jardín también florece en otoño
A veces olvidamos que las personas mayores también tienen sueños, deseos, planes, búsquedas. Que siguen siendo tierra fértil, aunque las hojas cambien. Y que la dignidad no se negocia con la edad.
Acompañarlos desde el amor real es cultivar un vínculo que los haga sentir vivos, útiles, necesarios, amados.
Y eso sí es verdadero cuidado.

Démonos la oportunidad de brindarles nuestra atención desde el estar presentes para lo que necesiten, pero confiando en que todavía pueden tomar sus propias decisiones solo es cosa de poderles ayudar a organizar sus pensamientos, ponerles voz a sus ideas.
No dejemos que se desdibuje toda la historia bien vivida, tiernamente compartida y hermosamente contada.







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