Mi entrada en ese lugar fue indescriptible, todos hablaban diciendo mi suerte, todos opinaban que sí, pocos o prácticamente nadie decía que no y por fin mi suerte fue echada.
Fui abandonado en ese lugar que los humanos llaman perrera, las puertas se abrieron, yo sentí un miedo espantoso, no quería entrar y con la cola metida entre las patas tratando de que, tú amo dieras marcha atrás y me regresaras a casa; no lo hacías, no te dabas cuenta del enorme sufrimiento que me causaba el pensar en no ver a mi familia.
–¿Yo sin entender por qué me hacen esto? No he mordido a nadie, he tratado de no ladrar ya tanto, siempre te espero hasta la hora en que tú llegas y con meneos de cola y lengüetazos te demuestro el amor que te tengo y por más que pensaba y pensaba no entendía porque me estabas abandonando.
Poco a poco trataste de tranquilizarme, y lo lograste mi querido amo, porque tu voz era para mí como cualquier bálsamo capaz de calmar cualquier angustia.
Me dijiste que no tuviera miedo que ibas a regresar por mi y que nuevamente volveríamos a estar juntos y eso bastó para que mi alma de perro ya no albergara ningún temor.
Y entonces me dije –ya ves, estás exagerando, entra tienes que demostrarle a tu amo que confías en él y que valientemente esperarás el momento en que regrese por ti.
Y así lo hice, recuerdo que una vez que estuve dentro, vi a muchos de mis hermanos perros muy angustiados y otros que indiferentes sólo miraban y entre ellos se decían –velo, otro más al que vienen a abandonar.
Fue cuando me acerqué a uno de ellos y a través de su jaula le dije –no, te equivocas a mí no me van a abandonar, mi amo volverá por mí, él así me lo prometió y nunca me ha fallado y para que vean que los quiero ayudar le voy a pedir que los saque de aquí a muchos de ustedes para que vean lo bueno y lo noble que es
Estábamos en eso cuando bruscamente fuimos interrumpidos porque una enorme soga rodeo mi cuello y con palabras que nunca, jamás en tus labios había escuchado, fui arrojado a una jaula donde yacían cuerpos famélicos que parecían no tener vida.
Entonces me dije: -no, no deben haberse equivocado de jaula, porque ésta debe corresponder a alguna de mis hermanos que quizá han librado una gran enfermedad y están recuperándose para volver a casa, sí se equivocaron, ¡eso, eso debe ser! y traté amo de buscarte para que ordenaras que me sacaran de ahí, te busqué amo, te busqué, pero tú ya habías desaparecido.
Pasaron los minutos, las horas, los días como una lenta agonía que poco a poco me hacía perder la esperanza de volver a verte, pero necesitaba verte, aunque fuera una vez más y eso me mantenía con vida.
En esos días miles de recuerdos se agolparon en mi mente, me vi desde cachorro cuando tú, mi querido amo, me rescataste de ese lugar frío y sucio en donde por última vez vi a mi madre, a la que casi no recuerdo, me llevaste a casa y todos me recibieron con mucho cariño, hasta me subían a las camas, y así fui creciendo rodeado de mi familia que era todo y lo único que tenía y conocí contigo la lealtad y la felicidad de tu compañía.
Recuerdo que después ya no me permitían la entrada a la casa, seguro porque tenían miedo de pisarme y hasta con eso demostraban el gran amor que me tenían y que siempre guardaré en mi corazón, una noche oí que gritaban y aunque no logré entender lo que decían, logré escuchar varias veces mi nombre, después ya no supe lo que pasó, sólo recuerdo que tú con palmadas en la cabeza me decías –tranquilo lobo, tranquilo, yo no voy a abandonarte, tranquilo mi querido lobo.
Y yo con meneos de cola agradecí tus palabras, aunque no lograba entender qué era eso que ustedes los humanos llaman abandono y cuando lo supe, amo, sufrí inmensamente sin verte, sin percibir tu presencia que me hacia tan feliz, sin sentir tus caricias sobre mi cabeza, ahora tan dolida por todas las mordidas que he recibido de mis hermanos que al igual que yo están angustiados y tristes porque nadie viene a verlos.
De pronto, mis pensamientos fueron interrumpidos, llego ese señor a quien todos nosotros le tenemos miedo, entró a la jaula con un lazo en la mano, todos nos arrinconamos como si quisiéramos fundirnos en uno solo, pero era inútil, uno a uno eran arrancados de la jaula, después todo quedaba en silencio, todos nos mirábamos atemorizados, no sabíamos quién sería el siguiente, pero sabíamos que a cada uno de nosotros nos llegaría el turno.
Nunca volvíamos a ver a aquellos que salían, qué pasaba con ellos, no lo sé, no lo sabíamos, pero mi instinto me decía que no era nada bueno y me aterraba que llegara ese momento.
Y entonces mi turno llegó, fui arrastrado a un cuarto frío y oscuro, cuando me metieron había muchos hermanos míos y aullando muchos trataban de salir por esa pequeña puerta que fue bruscamente cerrada cuando yo entré.
Yo solamente miraba, no sabía lo que nos iban a hacer, de pronto de mi cuerpo se apoderó un pánico que nunca antes había sentido y comencé a aullar junto con mis hermanos, me empezó a faltar el aire, mi corazón latía rápidamente, la orina se escurría entre las piernas sin que yo pudiera evitarlo, empecé a sentir mi cuerpo convulsionándose con dolorosos espasmos, de mi hocico comenzó a brotar espuma que me hacía más difícil poder respirar, todo era dolor, angustia, sin embargo, mi cuerpo se refugiaba en esa pequeña puerta con la esperanza de que tú, querido amo aparecieras y mitigaras el dolor de mi cuerpo que tanto dolía, y tú jamás llegaste, después nada, todo quedó en silencio y ya no supe más, pero te juro mi querido amo, que mi último pensamiento fue para ti.
Estoy seguro que no se te olvido ir a recogerme, que debiste haber tenido un problema muy grave para no volver por mí, ¡eso, eso debía haber sido!, de todas maneras gracias por tanto amor, mi querido amo.
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