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Foto del escritorPsic Ana Medina Mejia

EL CUERVO, LA URRACA Y EL DUENDE

Había una vez un cuervo bastante sabio, pues los años le habían dado suficientes experiencias que a su vez le habían dado bastante sabiduría, por lo que sus consejos eran los mejores, pero ya no era de esos que van dando consejos al que se le atraviesa, pues en sus años de vida también comprendió aquellas sabias palabras que rezan:


"No des lo santo a los perros ni eches tus perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen y se vuelvan y te las despedacen", por lo mismo era muy cuidadoso al momento de decidir con quien compartía su sabiduría, siendo consiente que no todos lo valorarían y lejos de hacerlo lo tomarían como una ofensa y lo terminarían atacando.


Sin embargo como muchos padres saben, no es tan fácil aplicar en los hijos lo que aplicamos con el resto de la gente, sobre todo cuando hay tantas personas con total facilidad para dar consejos pero sin sabiduría o por lo menos conocimientos que lo sustente, y justo por esta dolorosa situación tuvo que atravesar el cuervo para aprender una valiosa lección.


Llego el momento en el que el cuervo tuvo su primer cría, era solo una pero se sentía el animal más feliz del mundo, se dispuso a criarlo y a compartir con el todo lo que la vida le había enseñado.


Al principio todo iba muy bien, claro que el corbato tenia momentos en los que se portaba mal como cualquier otra cría de cualquier otra especie, pero al haber sido padre a una edad relativamente avanzada, le había dado al cuervo su famosa sabiduría que lo ayudo a entender y sacar lo mejor de su hijo, incluso de las situaciones más difíciles.


Sin embargo en una ocasión una insidiosa urraca, que vivía en un bosque a las afueras, no pudo evitar meter su pico donde nadie la llamaba, estaban el padre y el hijo charlando, el pequeño insistía en comer unos llamativos insectos, mientras el papá le explicaba que esos insectos tenían un terrible sabor, sin embargo con la terquedad que suele caracterizar a la juventud el corbato insistía en que algo tan llamativo no podría saber mal, si no todo lo contrario, el padre era suficientemente sabio para entender que la mejor forma de lograr que alguien en actitud testaruda haga algo malo es insistir en que no lo haga, por lo que se dispuso a permitir que su hijo aprendiera de la misma forma que el había adquirido gran parte de su sabiduría, por medio de la experiencia.


¡¡Pero que terrible padre!!, una voz exclamo, arrebatando la atención de las aves, era la urraca.


¡Sin duda hay a quienes no se les debería permitir tener crías! ¿Cómo vas a dejar que tu hijo pruebe algo que deja un sabor tan terrible en la boca?


¡Eso es a lo que llamo ser irresponsable!- mencionaba la urraca-


Tienes razón urraca, pero uno debe entender que no tiene sentido compartir lo que uno sabe con alguien que no esta dispuesto a escuchar, pues al final de cuentas... - interrumpiendo al cuervo la urraca menciono con indignación


Ah! O sea, que si un ser querido esta haciendo algo malo y se hunde, ¿nosotros nos tenemos que quedar callados viendo como sufre?, siendo que sabemos lo que se tiene que hacer, vaya pero que mensaje tan sabio el tuyo!, deberían nombrarte padre del año- de esa forma la urraca siguió ridiculizando la opinión del cuervo, el cual solamente escuchaba y analizaba.


Aquel bombardeo lo hizo pensar que tal vez, tenia razón, no podía dejar que su hijo sufriera, experimentando situaciones que el sabia que le harían mal, pues eran cosas en las que el sabia que tenia la razón, por lo que tomo a su hijo, se retiraron y le prohibió categóricamente probar aquellos insectos.


A partir de ese momento el cuervo empezó a señalar a su cría todo lo mal que hacia por medio de consejos, o mejor dicho sermones, aun cuando el corbato en lugar de escucharlos parecía hacer todo lo contrario, en poco tiempo el cuervo olvido aquella lección que le enseño a guardar sus consejos para aquellos dispuestos a escucharlos, pues creía que seria irresponsable dejar que los otros cometiesen errores, siendo que el conocía la respuesta correcta.


Así fue como dejo de ser aquel sabio al cual muchos buscaban para recibir un poco de sabiduría y regreso a ser aquella ave molesta que decía a todos que hacer, pero que nadie quería escuchar.


Al poco tiempo de aquel cambio de actitud negativo, un duende que descansaba en el bosque, vio su paz interrumpida por el graznido de la ave, que iba a diestra y siniestra señalando los errores de los demás, el duende trato de ignorarlo pero fue imposible, en especial cuando el cuervo se paro en el extremo de una rama y le dijo:


- Vaya, un espíritu del bosque, ¿Por qué estas ahí sin hacer nada?, deberías de salir a ayudar a las plantas, o a los animales, ¿tienes idea de lo dañina que es la pereza?, incluso es un pecado.


El duende que se caracterizaba por su mal genio y maldiciones se puso de pie, extendió las mano y le dijo:

-Tienes razón, hare algo que ayudara a todos los animales de por aquí- empezando a entonar unas extrañas palabras, especie de hechizo, y al terminar dijo - Hecho, a partir de este momento absolutamente nadie hará caso a tus desagradables recomendaciones, todo gracias a la maldición que te acabo de lanzar. Haber si así por fin nos dejas de molestar.


El cuervo salió volando muy asustado, en verdad lo acababan de maldecir, intento no caer en el pánico y siguió dando sus recomendaciones como si nada, tal vez solo era una broma, ya que sabia que los duendes eran conocidos por sus bromas, pero no eran seres malvados.


Siguió su día como si nada, le advirtió a un oso que se alejara de los montículos de hojas, pues suelen esconder trampas humanas; a los peces que se alejaran de cualquier objeto raro que vieran flotando cerca de la superficie pues suelen ser carnada, y a su hijo le ordeno que se mantuviese alejado de las mariposas monarcas, pues son venenosas.


Se fue a dormir tranquilo, pues no permitió que las palabras del duende arruinaran sus buenas acciones.


Al día siguiente, mientras realizaba su vuelo matutino, se percato de algo terrible, pues el oso, había caído en una trapa, eso lo hizo sentir mal, pero no quiso caer en supersticiones, siguió su camino al estanque y se encontró una fogata en la que un humano cocinaba la comida que acababa de pescar.


Ya no pudo contener su temor y busco a su hijo, cuando lo encontró se sentía muy mal, su mas grande temor se había vuelto realidad, justo esa mañana había ido a buscar una mariposa monarca para comer.


Utilizo todas sus fuerzas para localizar al duende lo antes posible con la intensión de rogarle que le quitara la maldición pero principalmente que ayudara a su hijo; por suerte el duende seguía en el mismo lugar, lo primero que le pidió el cuervo fue que salvara a su cría, a toda velocidad se dirigieron a donde se encontraba el enfermo, y sin perder tiempo el mágico ser curo el veneno.


Después de abrazar a su hijo el cuervo le pidió al duende, con humildad y desesperación que le quitase la maldición.


¿Pero de que maldición me hablas?, todo fue una farsa para que me dejaras de molestar- dijo el duende

¿Pero entonces por que todos hicieron justo lo opuesto a lo que les recomendé?-

El duende se quedo pensando un rato y luego respondió.

- ¿Cuándo das consejos, que es lo más importante para ti? ¿Ayudar a los demás a entender lo que están haciendo, o demostrar que tu sabes más que ellos?

¡Por supuesto que lo que hago, lo hago con la intención de que entiendan, de ayudarlos!-


Yo no creo que sea así papá,- interrumpió el joven cuervo sorprendiendo a los otros dos- cuando me aconsejas parece como si insinuaras que tu eres tan inteligente que sabes todo, y que yo soy un estúpido que no tiene la capacidad de aprender por mi mismo, yo en realidad no lo siento como si intentaras ayudarme, más bien siento que lo único que intentas es tener la razón y evidenciar lo tonto que soy- el chico decía estas palabras cabizbajo, mientras el cuervo sentía una fuerte presión en el pecho y la garganta, misma que no tolero.


-Pero hijo, lo hago por que te quiero, porque no deseo que sufras, por que...-


- Basta papá, no eras tu el que decías cuando era pequeño ¿Qué el tonto habla mientras el sabio calla?, ¿Dónde quedo ese cuervo que todos admirábamos, que daba consejos, solo cuando estábamos listos para recibirlos, pero que me permitía aprender de mis errores mientras me cuidaba a lo lejos?

Ahora eres alguien a quien nadie quiere escuchar, y lo único que motivas en nosotros es hacer lo opuesto para intentar demostrar que te equivocas, que no en todo tienes la razón, aunque al final los únicos perjudicados seamos nosotros.

Así que no digas que tus consejos salen de tus buenas intenciones para ayudarnos, pues si te das cuenta no son de mucha ayuda y realmente salen de tu arrogancia para demostrar que sabes más que nosotros y que tienes la razón.


El papá cuervo quiso protestar pero entendió que el sabio que había dejado de ser, no lo haría, así que solo calló y reflexiono, si tan solo no se hubiese dejado influir por la ponzoñosa urraca, nada de esto hubiese pasado, su hijo hubiese probado aquel insecto de terrible sabor y hubiera aprendido que cuando papá advierte algo hay que escucharlo, lo hubiese entendido tan solo por tener como consecuencia el mal sabor de boca por tan solo unas horas y no hubiera tenido que ver su vida en peligro para comprenderlo.


A partir de ese momento el cuervo volvió a ser la fuente de inspiración y sabiduría que había sido, pero con un nuevo aprendizaje, es cierto que hay que ayudar incluso a quienes no desean escuchar nuestros consejos pero insistir en aconsejarlos es solo una forma de perjudicarlos, debemos dejar al lado nuestra arrogancia de querer demostrar que tenemos la razón y enfocarnos en otras cosas que realmente les ayudaran, como demostrarles respeto, hacer que se sientan escuchados, para que nos escuchen, y en ocasiones simplemente dejar que aprendan con golpes pequeños pero dolorosos de la vida, para de esa forma evitarles los grandes que pueden llegar a ser mortales.


Y sobre todo aprendió a identificar y evitar que sus consejos provengan de la arrogancia, de demostrar que tiene la razón, pues esa es la verdadera maldición.



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